Cuando la luz viaja desde un objeto hacia la cámara, lo que en realidad ocurre es que una onda electromagnética se propaga desde el objeto hacia el objetivo de la cámara. En esa onda electromagnética se produce en cada momento una vibración del campo electromagnético en una dirección aleatoria dentro de un plano perpendicular a la propia dirección de propagación. Casi siempre.
En determinadas ocasiones esto no es así. Cuando la luz proviene del cielo -fruto de la dispersión de la atmósfera- o cuando proviene del reflejo en una superficie pulimentada no metálica (agua, espejo, etc) existe una importante diferencia. En estos casos la mayor parte de la energía de vibración está contenida en una única dirección dentro del plano perpendicular al sentido de propagación de la onda.
Esta característica hace posible utilizar un tipo especial de filtro denominado polarizador. Es un dispositivo que permite el paso de la luz cuando su dirección de vibración es paralelo a la estructura del filtro y que lo bloquea cuando es ortogonal. Esto tiene como resultado que en el caso de la luz proveniente del cielo se produzca un oscurecimiento debido al bloqueo de parte de la luz que incide sobre el objetivo y a una eliminación muy acusada de los reflejos, cuando éstos provienen de superficies pulidas.
Para este fin los filtros polarizadores cuentan con dos anillos: Uno de ellos permite enroscar al filtro a la estructura del objetivo. El otro, que se encuentra en la parte exterior, permite disponer la estructura inhibidora de luz en una dirección determinada simplemente realizando un giro.
Cuando utilizamos cámaras réflex digitales la luz que proviene de cualquier objeto es divida en dos partes: una de ellas va dirigida al visor de la cámara. La otra, se dirige a los sensores que determinan la exposición o la medición de contraste para el funcionamiento del autoenfoque. Y ahí tenemos un problema. Si la luz que viene se encuentra polarizada esta separación de haces de luz que se envía a dos puntos distintos provoca medidas falsas tanto en el ámbito de la exposición como en el de la medición de contraste para dirigir el autoenfoque. La solución es utilizar una varidad de filtros polarizadores denominadas circulares que resuelven la situación. (Obviamente el concepto de polarizador circular no tiene nada que ver con el hecho de que el filtro sea circular, aviso para navegantes.).
En la actualidad, dadas las posibilidades de la edición digital y aunque debe quedar claro que el efecto producido por un filtro polarizador NO puede ser imitado por ningún programa de edición fotográfica, la utilidad como oscurecedor del cielo ha perdido interés. En cambio la posibilidad de bloquear reflejos provenientes de superficies pulidas los hacen imprescindibles en cierto tipo de fotografías. En la que aparece en la cabecera de este artículo, aunque puede aún observarse cierto nivel de reflejos, éstos han disiminuido apreciablemente con respecto a la situación en la cual no hubiera sido utilizado un filtro polarizador. Quien tenga dudas, que se acerque con su cámara a un escaparate sin iluminación interior un día cualquiera e intente hacer una foto. En realidad si el escaparate de la fotografía que encabeza el artículo hubiera estado un poco más iluminado, los reflejos habrían desaparecido completamente.